Características generales
La arquitectura clásica greco-romana ha determinado durante muchos siglos la forma de construir en la cultura occidental. En la Península quedan notables construcciones en forma de teatros: Mérida, Cartagena, Medellín, Cádiz, Clunia, Málaga o Zaragoza; anfiteatros: Mérida, Itálica, Tarragona o Segóbriga. Además dejaron arcos triunfales, acueductos, termas y templos. Crearon un sistema moderno de comunicaciones, conservándose gran número de puentes e importantes restos de calzadas. Su “especialidad” fueron las grandes obras públicas, construidas a mayor gloria del imperio. Pero además construyeron grandes villas, palacios rurales privados de los que conservamos importantes restos y mosaicos, sirvan como ejemplo los de la Olmeda en Palencia, San Cucufate en Portugal y Noheda en Cuenca, que de momento sigue sin poder ser visitada.
Esta arquitectura surge de la tradición clásica helenística, a partir de los etruscos y más tarde directamente de Grecia. En escultura son unos hábiles imitadores, pero en técnica arquitectónica superarán al modelo. Usarán el arco, la bóveda, la cúpula, el cemento, el ladrillo y la piedra. Cubrirán los muros con mármoles, y los interiores con mosaicos y pinturas. El urbanismo moderno nace con Roma, las ciudades se articularán en torno a dos grandes calles: el cardo y el decumano, que se cruzan en el centro formando un gran espacio público, el foro, donde se centra la actividad, pública, religiosa y comercial.
Los pilares de la sociedad imperial fueron la administración, el comercio, el derecho, con leyes escritas y claras para todos los ciudadanos, y el ejército. Las legiones proporcionaron numerosos territorios y esclavos, usados para realizar las obras públicas, que impresionaban a los pueblos anexionados. Esta mano de obra, abundante y barata, era vital para el trabajo en las grandes explotaciones agrícolas y en las minas. Los grandes barcos que surcaban el mar romano, el Mediterráneo, se movían gracias a los brazos de esclavos y penados. El comercio se distribuía por mar y por las calzadas bien trazadas y pavimentadas del imperio. A partir de la crisis del siglo III todo el sistema empieza a entrar en una larga decadencia económica, social y militar.
En el siglo IV la sociedad se cristianiza, las obras públicas se dejan de realizar y empieza la decadencia urbana, pero la arquitectura romana aún nos legará importantes construcciones con las basílicas constantinianas y los grandes palacios rurales del periodo. El imperio de occidente desaparecerá en el siglo V, pero su obra continuará en el imperio romano de oriente, el arte bizantino seguirá evolucionando, construyendo Santa Sofía de Constantinopla. En nuestra Península, los godos recibirán el testigo continuando, de forma original pero respetuosa con el pasado, la tradición romana.